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¿Cómo es eso de ser grande siendo niño? Porque no se trata de conservar la mirada infantil estando ya crecidos, sino de aparecer como adulto cuando persiste el niño. Pero nadie lo nota y en eso reside lo maravilloso, en habitar un mundo propio velado a los mayores que no saben que el niño siempre acecha, porque nunca se fue. En otros términos: ¿cómo ser el señor niño Juan Chavetta? Ese enigma lo resuelve este libro. Con una sabia administración de ingenuidad, inteligencia, fantasía y humor propios de un adulto, el niño asoma descaradamente, nos guiña un ojo y nos hace jugar. No hay sentido de la risa, sino un cálido sentido del humor que conduce a la sonrisa íntima, amable, emotiva. Un devenir de acontecimientos -que viran al absurdo cordial y familiar a través de la pelusa de un perro y un cucurucho; de un pianito y un niño linterna- nos introducen en el mundo Chavetta: seres puros en universos fantásticos. Dibujo despojado, colores diluidos, pocos elementos en el paisaje para personajes simples, cándidos, que sostienen con firmeza que el mundo es un lugar habitado por niños que nunca han perdido la capacidad de creer. Y se dirigen a nosotros, adultos que recuperamos la infancia que un otro niño, Chavetta, puede y sabe construir.

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¿Cómo es eso de ser grande siendo niño? Porque no se trata de conservar la mirada infantil estando ya crecidos, sino de aparecer como adulto cuando persiste el niño. Pero nadie lo nota y en eso reside lo maravilloso, en habitar un mundo propio velado a los mayores que no saben que el niño siempre acecha, porque nunca se fue. En otros términos: ¿cómo ser el señor niño Juan Chavetta? Ese enigma lo resuelve este libro. Con una sabia administración de ingenuidad, inteligencia, fantasía y humor propios de un adulto, el niño asoma descaradamente, nos guiña un ojo y nos hace jugar. No hay sentido de la risa, sino un cálido sentido del humor que conduce a la sonrisa íntima, amable, emotiva. Un devenir de acontecimientos -que viran al absurdo cordial y familiar a través de la pelusa de un perro y un cucurucho; de un pianito y un niño linterna- nos introducen en el mundo Chavetta: seres puros en universos fantásticos. Dibujo despojado, colores diluidos, pocos elementos en el paisaje para personajes simples, cándidos, que sostienen con firmeza que el mundo es un lugar habitado por niños que nunca han perdido la capacidad de creer. Y se dirigen a nosotros, adultos que recuperamos la infancia que un otro niño, Chavetta, puede y sabe construir.

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